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Fotolibro autoeditado
Testigos de una desaparición: postmemoria y éxodo rural
páginas del libro:
Quizás no estemos solas, quizás siempre hubo una vida paralela aquí. quizás tan solo vimos, pero fuimos la brevedad del acontecimiento de lo insólito. No somos tan importantes. Ellas ya estaban aquí cuando llegamos. Cavamos en sus pieles, abrimos campos y nos alimentamos de ellas.
Y nos miraban a lo lejos. Ellas siempre han permanecido ahí. Mirándonos. Quizás por eso aun sienta que este sitio no está abandonado. Que cuando todos marcharon se apiadaron de la soledad de mi especie y aceptaron el cuidado del perdón del prójimo. Y pude ver, entonces, que, tras levantar el canto por las soledades, me había equivocado. Esto no está solo. Esta viva por que permanece. No mueren cuando nosotras morimos. Ellas permanecen.
Cada una cumple su función acorde con su ciclo. Pero nosotras...¡ay nosotras! fuimos tan presumidas, queríamos que nos miraran todo el tiempo, que nos prestaran atención. Queríamos dominar, porque eso es lo que hacen los hombres con todas las cosas del mundo: dominar, imponer. Que equivocados estábamos.
Atrapamos a los terneros y nos los zampamos. Y comimos despacito, poco a poco, hasta no dejar nada más que los huesos. Limpiamos las tripas, secamos las pieles, y comimos todo todo, hasta no dejar nada más que los restos para los carroñeros. Y se enfadaron, claro que se enfadaron. Habíamos arrancado las flores sin espinas, habíamos cruzado el rio por el lado más virgen.
Y ahora, que no queda nadie...¡con lo que nos había costado llegar al entendimiento! ahora vuelvo y silencio, silencio, silencio, sssssssssssshhh y escuchar. Una vez estuvimos aquí, nos expulsaron a todas.
Camino en silencio. ¿Puede acreditarse el sonido de un cuerpo cayendo si no hay nadie para escucharlo?
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